¿Por qué a mí?

PARA MEDITAR

¿Por qué a mí?

Considerándonos inmunes a condiciones existentes para todo viviente, solemos exclamar ¿Por qué a mí? Cuando afrontamos desgracias, personales o en nuestros seres queridos, desconociendo por completo la condición de que la inmensa satisfacción y dicha de haber nacido conlleva la ineludible obligación de tener que morir.
Olvidando indistintamente que al hacer semejante exclamación, estamos asumiendo una posición no solo de carácter ego centrista, sino lo peor, nos convertimos en desconsiderados y falto de respeto a los demás, ¿es decir qué?–que bueno otro sí, yo no, aplicando de manera inmisericorde el dicho de que “para que la cruz vaya a mi casa que vaya a la ajena”.
Estamos conscientes de que muchos pasarán por encima de esta meditación con lo que se conoce como el comportamiento o síndrome de la pala; para los que no conocen esas manifestaciones, se trata del que tira todo para atrás, como quien quiere decir eso no me toca a mí. ¡Qué disyuntiva más grande! Entonces ¿en qué pies estamos parados? Tremendo parangón, ¿Por qué a mí? Y ¡eso no me cabe a mí!
Pero resulta que estamos vivos, sí, en este mundo de los vivos, cargado de todo tipo de emociones: agradecimientos, desagradecimientos, legales y ecuánimes como tramposos y déspotas, y fugases alegrías; entre lo positivo y negativo iríamos muy lejos pero sin dejar la consideración de que subsistimos por igual dentro lo que es pena y dolor, pero con un regalo que tenemos a mano, una alegría permanente, felicidad y vida eterna que solo podemos encontrar en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Reconociendo y aceptando a Jesucristo como nuestro único y seguro salvador, podremos entender: Por qué a ti, y el porqué considerar y practicar el comportamiento digno de un cristiano nos ayudará a percibir y aceptar la voluntad de quien murió por nosotros y nos redimió del pecado
Estamos comenzando un año nuevo, hagamos la decisión, dejemos morar al Señor de señores en nuestras vidas.
Feliz año 2010.

Frank Rivera.