Por Sergio Acevedo.
El reformismo, como doctrina político-social, cuenta con una multitud de adeptos en todos los lugares del Universo. Constituye la alternativa viable a los procesos de cambios sociales democráticos que vive el mundo, y una respuesta moderada a los extremos constituidos por la izquierda y la derecha radicales, las cuales participan de una praxis en la actividad política que en ocasiones desnaturalizan la esencia de esa actividad y atentan contra la propia naturaleza humana.
El modelo cubano –por solo citar un ejemplo- no ha sido una solución al drama de la pobreza en esa nación. Tampoco cabe como plataforma para regir la lucha social en nuestros pueblos, toda vez que el mismo ha sido un rotundo fracaso desde el punto de vista económico, social y político. En Cuba lo que impera es una dictadura de izquierda cruel, anacrónica, radical y sin perspectivas en el tiempo y el espacio.
Algo similar puede decirse del modelo capitalista que instrumentaliza al hombre y lo convierte en una máquina de creación de riquezas de la que sólo se benefician unos cuantos “dueños” de los medios de producción, utilizando mecanismos de explotación y expropiación que atentan contra la naturaleza humana. El capitalismo, en su expresión satánica, el neo-liberalismo, es tan pernicioso a los intereses humanos como el comunismo, por eso el Santo Padre Juan Pablo II lo bautizó de “capitalismo salvaje”.
El reformismo es, en consecuencia, una alternativa válida como corriente de pensamiento y como modelo económico-social, ya que el mismo postula el cambio en las estructuras sociales mediante transformaciones ordenadas, pacíficas, que no alteren el equilibrio que debe existir en la dinámica de los grupos que integran la sociedad, ni se atenta contra los derechos legítimos de sus componentes.
Los cambios logrados mediante la aplicación del modelo reformista son permanentes, debido a que los mismos se producen dentro del campo establecido por las leyes, respetando las libertades individuales y utilizando las vías establecidas en el ordenamiento social. Por eso el modelo adquiere cada vez mayor vigencia, porque garantiza los parámetros de lucha de la persona, tales como la paz, la libertad, el respeto a los derechos, a las leyes; su acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a la cultura, etc.
El Partido Reformista Social Cristiano es el destacamento que ha asumido con mayor vigor y rectitud el modelo reformista, en su versión más acabada de “reformismo social, o centro reformismo”, el cual se inspira en los postulados básicos de la doctrina social cristiana y en la praxis del legado político de Balaguer. Los gobiernos de Joaquín Balaguer, vistos en su contexto, constituyen prendas relucientes de que esa gestión estuvo iluminada por las luces del modelo social-reformista, las que se expresaron en una dinámica portentosa durante la gestión más fecunda de creación y distribución social de riquezas que registra nuestra historia, superando, incluso, los 31 años de Trujillo.
El reformismo, como doctrina, es una realidad en el mundo que se viene expresando en distintos países de acuerdo a sus particularidades históricas y su idiosincrasia social. En nuestro país, sus principios adquieren cada día mayor vigencia, sobre todo si se observa el derrotero que lleva nuestra nación a consecuencia de la impericia de los gobiernos que hemos tenido en los últimos lustros.
Si bien es cierto que el PRSC, recipiente del reformismo, se encamina hacia su extinción definitiva en el caso de que en su seno no se produzcan cambios sustanciales en su composición dirigencial y en el foco de su plataforma política, no es menos cierto que los reformistas estamos vivos y viables, activos, dinámicos, luchando desde diversas vertientes por los principios y valores encarnados en nuestra doctrina. Lo único que necesitamos es alguien que nos unifique, que nos infunda confianza, que nos cohesione en la tarea para retornar al poder.
No puede ser una figura de los que integran la actual matrícula, porque ellos no sólo han demostrado incapacidad en la gestión, sino también una propensión mordaz hacia los manejos tortuosos y las prácticas inmorales en el desempeño, lo que ha sido motivo y origen de la crisis de confianza que afecta a la organización y cuya magnitud es tan enorme que la inmensa mayoría de los reformistas le han negado el apoyo a la entidad y el partido, lamentablemente, se encamina vertiginosamente hacia su extinción, sino aparece un salvador que detenga su ocaso.
Carlos Morales Troncoso, es un reformista prestante, un dirigente de un valor notable, cuyos aportes a la causa del PRSC, han sido reseñados aún por sus oponentes internos, ya que para nadie es un secreto que el retorno del partido al poder en 1986 se debió a la combinación magistral de ese binomio prodigioso que significó Balaguer y Carlos. El impacto que creo y la confianza que generó la presencia de Carlos en la boleta fue lo que configuró la victoria, sin la cual no se hubiera producido los eventos posteriores que llenaron de gloria a la organización, los cuales forjaron dos periodos más de gestión.
Carlos es la figura más potente de cuantas existen en el litoral reformista, porque no sólo es un empresario exitoso y líder en el sector, sino también un político prudente, ecuánime, maduro; es un gerente experto y un diplomático que llena de orgullo a la República. Es el hombre mejor situado para rescatar al reformismo, para unificarlo, cohesionarlo en armonía con la doctrina y para conformar y encabezar un proyecto de poder con reales posibilidades de éxito.
Es el único reformista ubicado socialmente en condiciones insuperables para captar y arrastrar fuerzas importantes que de ningún otro modo podrían hacer causa común con el PRSC. Es un líder con el carisma y la energía suficientes para encabezar la reunificación, porque definitivamente es el lugar común, el centro donde convergen todas las opciones y todas las corrientes dentro del PRSC. Carlos es la efigie viva de un hombre presidenciable, posee todos los atributos que debe tener un presidente, por lo que no tengo la menor duda de que Carlos nos puede reunir a todos para que construyamos un partido fuerte, eficiente y solidario, que sea una alternativa tangible para el sostenimiento de nuestra democracia, pero que también constituya una verdadera opción para nuestro retorno al poder. Esa es la única vía, no hay otra.
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