Thursday, July 31, 2008

LA LOCA
Todos somos iguales ante Dios y ante la Ley.
Pero hay unos iguales que son más iguales que los otros iguales.
Parece un juego de palabras o un trabalenguas. Pero no lo es.
Por primera vez en la historia los más iguales que los otros iguales se pusieron de acuerdo para defender, mediante un espacio pagado en todos los diarios, a su asesor económico y financiero acusado y condenado, en el país y en Estados Unidos, de la quiebra fraudulenta del Banco Intercontinental (Baninter), y de lavado de activo,
Uno de los principales médicos del país certificó, en espacio pagado en la prensa, que su paciente sufría de once enfermedades mortales por lo cual no podía ir a la cárcel, pues en tal caso su muerte sería inminente. Han pasado algunos años y por fortuna el hombre no ha muerto.
La ex vicepresidenta del Baninter, tras ser ratificada la condena de cinco años de cárcel por la Suprema Corte de Justicia, sufrió de un pánico a la cárcel que la mantuvo en un centro médico durante 16 días. Cuando la llevaron al recinto carcelario para que iniciara la pena, en ambulancia y todo, sufrió otro ataque. Hubo que llevarla de nuevo a la clínica donde un refutado siquiatra la atiende como se atiende a los más iguales que los otros iguales.
No es la primera vez que determinados ciudadanos, dependiendo de su condición social y económica, reciben privilegios que les son negado a quienes no pueden pagar impunidad. El caso Beninter tenía seis años en los tribunales. Transitó todas las instancias judiciales. No había prisa.
Sorangel Collado Soto, de 22 años de edad, es acusada de haber lanzado a su hija, de seis meses de nacida, a las aguas del río Ozama, desde el Puente Francisco del Rosario Sánchez en la calle Padre Castellanos, antigua 17.
El cuerpo de Heilin Danisa, fue encontrado por los bomberos después de una larga búsqueda. Sorangel declaró que en un intento de atraco unos delincuentes le quitaron a la niña y le tiraron desde el puente. Pero la Policía ha determinado que no es cierto, que fue ella, luego de una disputa o discusión con su marido, que en un acato de venganza, que no está del todo claro, decidió asesinar a su hija.
Sin perdida de tiempo el fiscal del Distrito Nacional anunció que pedirá la pena máxima para Sorangel. Esto es, 30 años. Significa que saldrá de la prisión a los 52 años de edad.
A la velocidad del rayo, la jueza envió a Sorangel a la cárcel de Najayo.
Un interactivo me llamó al programa de televisión que conduzco por Cine Visión, canal 19, para preguntarme si algún médico siquiatra examinó a Sorangel. La pregunta no me pareció ociosa. Creo que alguien debió enviar a Sorangel donde el mismo siquiatra que determinó al pánico de la señora Vivian Lubrano, porque hay que estar muy mal de la cabeza para lanzar desde un puente a una criatura de seis meses de nacida, que estuvo en su vientre nueve meses, que luego abrazó, besó, amamantó. Y amó. Una hija, sangre de su sangre, pedazo de su corazón. ¡Qué horror! Sorangel tiene que estar más loca que cualquier otra loca del mundo para haber cometido una atrocidad como esa. Nadie que mete deliberadamente a un hijo puede estar en sus cabales.
Pero es muy probable que Sorangel no sepa leer ni escribir bien.
Es casi seguro que Sorangel no puede pagar a un buen médico ni internarse en un centro asistencial de prestigio, donde van los ricos, ni por cinco minutos.
No tengo dudas de que Sorangel no puede pagar un buen abogado, de esos que ponen a los jueces a temblar cuando se paran en el estrado, con influencias en el gobierno y en los periódicos. No olvidemos que hay unos iguales que son más iguales que otros.
Al principal acusado de la quiebra fraudulenta de Baninter lo defendió un secretario de Estado, ídolo y líder del presidente de la República, con tanto poder que durante una reunión del Consejo de Gobierno le llamó la atención al Gobernador del Banco Central por defender el interés nacional en ese caso.
A los responsables de quebrar el país llevando a la pobreza a más de medio millón de dominicanos les respetaron, como debe ser, todos sus derechos constitucionales. A los cuatro muchachos que la Policía fusiló en el Pensador, en cambio, no les respetaron esos mismos derechos. Unos iguales son más iguales que otros.
Las cárceles dominicanas están llenas de infelices por cometer delitos menores como robarse un pollo o quitarle un celular a otro infeliz.
Los delitos y crímenes de los de abajo se conocen rápidamente. Las condenas siempre son tan severas y seguras como la muerte.
Los delitos y crímenes de los de arriba se dilatan años. Y las condenas son menores, si es que hay condenas.
Los pobres no sufren de hipertensión, ni de locura repentina. Los ricos si.
Y es que unos iguales son más iguales que otros.
Si usted no lo cree, pregúntenselo Sorangel, allá en Najayo.

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