Saturday, September 13, 2008

Un hombre con mucha suerte

Nuestro alcalde es un hombre con suerte, porque a pesar de este desastre y de una ciudad que nos avergüenza, encuentra quien lo aplauda y tiene una oposición que es ciega y sorda, cómplice de esta calamidad

Publicado ayer en www.elcaribe.com.do

Por Manuel Quiterio Cedeño

En estos días he aprovechado la necesidad de moverme por diferentes sectores de la capital y observar diferentes aspectos de las escasas áreas de responsabilidad que aún conserva el Ayuntamiento del Distrito Nacional.
Este ejercicio sólo ha servido para reafirmar mi convicción de que esta institución es buena para quienes la dirigen y se benefician de ella, pero sirve de muy poco, quizás de nada, a los residentes en esta ciudad.
De día, lo que se nos ofrece es una ciudad sucia con montones de basura por doquier, con un reguero de vasos plásticos y papeles por todos lados, calles rotas, pozos de aguas negras en cualquier esquina, aceras destruidas con abundantes hoyos y la jardinería descuidada.
De noche las calles oscuras parecen la boca del lobo, las bombillas del alumbrado público no existen y cuando están allí no encienden, no hay vigilancia y transitar por muchas zonas es casi participar en un safari por el corazón de una peligrosa selva.
La mejor prueba de esto es que al caer la noche son muy escasos los lugares en los que se pueden observar personas caminando por las calles y pasadas las diez la mayor parte de la ciudad es un mundo solitario.
Quien no tiene tiempo para vivir este tipo de aventura e inspeccionar su ciudad, antes de decir que nuestro alcalde es un éxito porque en seis años ha construido 14 parquecitos infantiles y diez cosas más, que se detenga en la principal avenida, la Winston Churchill, para que constate que no está iluminada, que sus aceras están en malas condiciones y que la jardinería no merece tal nombre.
Además, el tránsito es caótico, el ruido es insoportable, la contaminación nos ahoga, escasean las señalas de tránsito, los autos se parquean a su antojo, el peatón no es gente y ha sido expulsado de las aceras y sólo el Altar de la Patria está libre del asalto de los destartalados y sucios tarantines de los padres de familia y extranjeros.
Y para colmo de males, los comerciantes instalan su negocio en la calle que les dé la gana sin tener parqueo ni respetar los edificios y casas familiares de la vecindad. Así, ¿para qué nos sirve un ayuntamiento y un síndico tan caro?, ¿qué hace el montón de vagos que cobran allí?
Mi conclusión es que nuestro alcalde es un hombre con suerte, porque a pesar de este desastre y de una ciudad que nos avergüenza, encuentra quien lo aplauda y tiene una oposición que es ciega y sorda, cómplice de esta calamidad.

Manuel Quiterio Cedeño
es periodista
mquiterio@cicomnews.com

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