Saturday, September 13, 2008

El Rio Nigua


Restos del río Nigua en algunas zonas (foto archivo de Internet)

POR LUCIANO FRIAS



A lo largo de la historia los ríos han propiciado la vida, tanto de los seres humanos como de especies animales y vegetales. Es muy probable que, en los albores de la civilización, cuando los hombres y mujeres pasaron de ser cazadores recolectores nómadas a pastores agricultores sedentarios, se establecieran próximo a las riberas de los cursos fluviales. Antiguas culturas tales como las mesopotámica, egipcia, e hindú florecieron en estrecha relación con grandes ríos. Uno de los emplazamientos urbanos más antiguos, la bíblica ciudad de Jericó en Palestina, fundada hace más de 10,000 años, se encuentra en las cercanías del río Jordán. No es extraño pues que muchos ríos hayan sido deificados y objeto de culto por diversos pueblos a lo largo de la historia.
La escena más cotidiana que tenemos del río Nigua es la que obtenemos al cruzar uno de los puentes que lo franquean. La vista no es demasiado agradable: un cauce desdibujado por la erosión rampante, cubierto de desperdicios, basura y desechos de todo tipo. Flanqueado en ambas márgenes por la pobreza, la exclusión y la irresponsabilidad de nuestros dirigentes post-dictadura. En la ribera oeste, unas docenas de pasos al norte del puente de la autopista-avenida Sánchez, una indolentemente industrial alcantarilla descarga sus excretas, con el mayor desenfado.
A los que cruzan a pie el puente que comunica con Madre Vieja Sur, especialmente en la noche, los envuelve una sutil fetidez, manifestación inequívoca de la intensa actividad anaeróbica que se da en sus aguas. La gran cantidad de materia orgánica en descomposición consume la mayor parte del oxígeno lo cual altera de manera grave el equilibrio biológico.
A partir de la década del 60 comenzó la extracción intensa y despiadada de cascajo y arena del lecho del río. A cambio de las inmensas riquezas que amasaron un par de “empresarios”, las grúas excavadoras dejaron inmensas fosas a lo largo del Nigua, en las cuales se ahogó más de un bañista desprevenido. Esto ocasionó que la erosión en las márgenes se llevara al mar toneladas de feraz terreno de aluvión, situación agravada por la deforestación de los bosques que cubrían sus márgenes. Las avenidas que solían quedar contenidas dentro de un cauce delimitado, se convirtieron en desbordados torrentes que cobran las vidas de personas que se arriesgan a vivir en zonas cada vez más cercanas a la corriente fluvial. Sus aguas prácticamente carecen de los dajaos, tilapias, camarones, jaibas, jicoteas y anguilas que una vez las poblaron.
El río Nigua nace, como un hilo de agua, cerca da la loma de Los Calimetes, al norte de la comunidad del Cacao. Se va abriendo paso, de manera tortuosa y entre quebradas, en dirección oeste – este. Recibe el tributo de los arroyos Mano Matuey y Majagual. Luego, en rumoroso descenso, tuerce un poco hacia el norte para encontrarse, cerca de la comunidad del mismo nombre, con el río Jamei. Aquí ya su caudal cobra cierta importancia y su limpidez transluce las arenas de su lecho. Gira gradualmente a la derecha y toma rumbo hacia El Tablazo. Sigue pegado a las lomas del Pomier y en un momento determinado una parte de su caudal se cuela bajo tierra hacia las galerías inferiores del sistema de cuevas de Borbón.
La porción del Nigua que permanece en la superficie sigue avanzando en dirección este y cruza bajo el puente que conduce a Hato Damas. Cuando las lluvias se ausentan por mucho tiempo, se seca y deja un lecho polvoriento y desolador. Pero si lleva agua, después del puente gira hacia el norte y entonces, un centenar de metros más adelante, torna abruptamente, en giro de más de 90 grados, hacia el sur. Según algunos investigadores tales como el profesor Marcano, tanto este drástico cambio en el curso del río, como el pronunciado corte que se aprecia en la cara oeste de la loma de Calabozo (Santa María), sugieren que en remotas épocas pasadas el Nigua seguía en dirección este hasta confluir con el río Haina, que no se encuentra demasiado lejos de este lugar. Algún tipo de cataclismo o factor geológico separó la loma del Pomier de la de Santa María haciendo que el Nigua se escurra hacia el sur.

Pero volviendo un poco atrás, la parte del río que opta por la clandestinidad y gelidez de las cavernas, resurge en la Toma. Su ruta subterránea, al resguardo del sol caribeño, es lo que explica la frescura de sus aguas. Continúa hasta reunirse con su otra mitad y, juntos nuevamente, se encauzan en curso casi recto, hacia Samangola, pasando por la ciudad de San Cristóbal. Pero antes recibe el tributo del Yubaso, procedente de las lomas de Cambita. Otrora casi tan caudaloso como el propio Nigua, convertido hoy en día en río ocasional.

Al llegar a las estribaciones de las lomas de Samangola, gira el Nigua al oeste y, un poco más allá, pasa por un estrecho entre la loma de Boca de Nigua y las elevaciones de Cambelén. Es aquí donde acoge las aguas menguadas e igual de contaminadas del arroyo Madre Vieja, en breve curso desde Santa María. A partir de este punto, el tramo final para desembocar junto a la playa de Nigua, abriéndose en un pequeño delta. El puente de la carretera Nigua – Cruce de Najayo es el último bajo el cual pasa el río antes de entregarse al Caribe.

Las abundantes pictografías y petroglifos de las cuevas del Pomier, cuyo número excede las 4,000, sugieren que esta zona acogió, durante muchos siglos, una gran población aborigen de las culturas taína e ignari. El propio nombre del río y los toponímicos de la zona son de origen taíno. El hecho de que tuvieran tiempo estos primeros habitantes para dedicarse a la “creación artística”, sugiere que producían alimentos en abundancia. El hallazgo en una de las salas del Pomier de restos óseos de grandes mamíferos, emparentados con los actuales perezosos continentales, indica que el área de influencia del Nigua albergó también una rica y variada fauna.

Más recientemente, luego de la conquista española, se fundaron en las riberas del Nigua haciendas e ingenios que aprovechaban la fuerza hidráulica del río. En adelante, el pequeño valle aluvional produjo alimentos que abastecían la capital. Después vino Trujillo y gracias a compra de terrenos a pequeños agricultores y expropiaciones amañadas y abusivas en ocasiones, creó el latifundio conocido como “Hacienda Fundación”, donde criaba ganado caballar y vacuno de primera calidad. A la caída de la dictadura, se hizo una “reforma agraria”, se repartieron parcelas, y surgió lo que hoy en día es el sector de Madre Vieja, “urbanizándose” uno de los terrenos más fértiles de nuestro país.

Los barrios que proliferan en las márgenes del río vierten sus desperdicios y aguas servidas en el río. Recolectores de basura informales depositan aquí sus cargas. Las alcantarillas y desagües de urbanizaciones desarrolladas en la zona desembocan directamente en el río. Alguna industria drena sus orines en el caudal del Nigua. Otras vierten desechos plásticos no degradables en sus inmediaciones. Todo esto sucede sin la más mínima intervención de las autoridades designadas para atender este tipo de situación.

El río Nigua es un recurso hídrico de inconmensurable valor e importancia para nuestra comunidad. Pero la ambición sin límite de un sistema que busca la acumulación de riquezas sin medir consecuencias, y que genera pobreza, exclusión y violencia contra la naturaleza y las personas, lo está destruyendo. San Cristóbal también dispone de muchos otros recursos que la hacen potencialmente rica y que podrían ayudar a salir de la pobreza a muchos de sus habitantes. El problema es que estamos permitiendo que los destruyan, por desconocimiento o dejadez. Puedo mencionar por ejemplo las cuevas del Pomier, a las cuales aludí más arriba en este artículo. Pero de este tema en particular me gustaría ocuparme con más detenimiento luego.

Sólo se puede amar lo que se conoce plenamente. Debemos propiciar el estudio y conocimiento sobre nuestra provincia, su historia, personajes y recursos. Sin prejuicios ni sentimientos de culpa. De esta manera sus habitantes aprenderemos a amarla y defenderla. El cambio climático nos ha enseñado lo pavorosamente destructiva que puede tornarse la naturaleza cuando se le depreda, agrede y destruye. El ser humano debe reencontrarse con su entorno, restablecer los vínculos telúricos.

Espero que estas notas generen una reflexión en algún lector o lectora.

Felicidad para todos.

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