El gobierno piñata
El gobierno piñata se apoya en una racionalidad de carácter clientelista, empujado por la adicción al poder y la concepción patrimonial del Estado.
Andrés L. Mateo
Luis “El gallo” es presidente de una entelequia llamada “Unión Demócrata Cristiana” (UDC), y dirige la Oficina de Desarrollo de la Comunidad. Los contribuyentes pagamos toda su militancia, incluso los desfiles del “Bastón ballet”, los moños postizos, y los gatos para “solucionar” el problema de la plaga de ratones en los barrios. El PUN es una sigla que se inventó un tal Pedro Corporán, al que pusieron a dirigir el IDECOOP, por el único mérito de apoyar la reelección. El PTD es propiedad de un ex izquierdista, González Espinoza, quien es la pura réplica de la astucia. A ese desconcertante sigilo hecho persona le tocó la minúscula “Dirección de Caminos Vecinales”. Peguero Méndez tiene el PPC (siglas que compró a precio millonario cuando obtuvo la presidencia de la Cámara de diputados), y le “boronearon” la Oficina de desarrollo fronterizo.Amílcar Romero es el “líder” del PPR (Partido popular reformista), peleado a sombrerazos con Leoncio Almánzar, pero él es Senador y a Leoncio Almánzar le dieron CORDE. Elías Wessin Chávez anda con su biblia bajo el brazo, y tiene también sus siglas: PQD. Entre culto y culto le adjudicaron la “Oficina de bienes nacionales”. Carlos Morales Troncoso (“Más manteca da un ladrillo”), es Canciller, y “dirige” (“Más manteca da un ladrillo”) el CPR (Consejo Presidencial Reformista). Con beneficio de inventario, las siglas PLE (Partido Liberal la Estructura) han dejado más ganancia real que cualquier industria. Ni es partido, ni es liberal ni tiene estructura; pero Andrés Vanderhorst, quien maneja los aeropuertos, sí que sabe dónde se corta el bacalao. Lo mismo pasa con Vicente Bengoa, a quien mucha gente cree peledeísta por su prepotencia, pero él tiene su FILA, el engendro de donde salió aquel ladrón que se robaba los cheques de los viejitos pensionados; y tiene, además, la Secretaría de Hacienda. Hay muchas otras siglas enganchadas a funcionarios gubernamentales, como en el INDRHI, CORPOHOTEL, y un largo etcétera. El gobierno piñata se apoya en una racionalidad clientelista, empujado por la adicción al poder y la concepción patrimonial del Estado, pero en las elecciones pasadas agotó todas las perversiones de la historia contemporánea. El presidente Fernández logró la reelección con el apoyo de 12 partidos y 460 movimientos, todos financiados con dinero del presupuesto. Su mayor virtud, a los ojos de sus adoradores, es retener el poder sin importar los medios. Pero lo que han hecho todas estas siglas es aprovecharse de la miseria material de este país, y degradar la vida manipulando el sentimiento y la voluntad de sus ciudadanos, llegando a empobrecer hasta más no poder la interactuación social. ¿Es confiable la austeridad que pueda decretar un gobierno cuya base es la piñata del erario? ¿Es sostenible la paradoja del lenguaje del “progreso” con la canibalización del Estado? La superioridad de Leonel Fernández es ese vínculo sarcástico con el mundo, que oculta la desnudez que se desliza en la inmoralidad de un gobierno piñata.
Publicado el miércoles, 16 de julio de 2008
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