Por Darío Caminero
Algunos colegas se empinaron y espigaron sus cabezas por encima del grupo de personas que delante de nosotros nos impedían ver lo que estaba aconteciendo, y es que el doctor Euclides Gutiérrez Félix se ahogó de emoción, se le entrecortaron las palabras mientras que los segundos de su silencio fueron aprovechados por algunos para preguntarme si era que Euclides estaba emocionado. Asintiendo con mi cabeza le respondí sin mediar palabras.
Ellos pusieron cara de extrañeza, y todo ocurrió mientras Euclides ofrecía el discurso de inauguración de la Escuela “Ing. Felipe Abreu Roedán” y la Clínica Rural “Doctor Federico Cabrera González”, construida gracias al ahorro de un manejo austero y honesto de una institución que como la Superintendencia de Seguros no tiene presupuesto gubernamental, sino de los propios recursos que recibe amparados en la Ley 146-02 sobre Seguros y Fianzas en la República Dominicana, a tal punto que como una muestra de solidaridad a un pueblo compungido por los desastres de las tormentas Olga y Noel, el doctor Gutiérrez Félix donó 50 millones de pesos al gobierno para que vaya en auxilio de las familias afectadas.
Y es que sumado a eso, invertir 22 millones de pesos en beneficios de una apartada comunidad tan necesitada como la Estancita del paraje el Balcón del municipio de Jarabacoa, es celebrar con gran orgullo los 39 años de existencia de la Superintendencia de Seguros, mucho mas que derrocharlo en una semana aniversario de comida y comensales, bebidas y bebedores y de fiestas y bailadores que a la postre no beneficia a nadie y solo sirve como un disfrute superfluo y fugaz que se nos olvida cuando disfrutamos de una que otra invitación de otro acontecimiento social.
Y es que hasta el presidente de la República, quien encabezaba la mesa presidencial de la inauguración, giró su cabeza hacia el discursante funcionario cuando el doctor Euclides Gutiérrez Félix explicaba el por qué designar con el nombre del doctor Federico Cabrera González el nombre de la Clínica Rural, cuando sus palabras fueron entrecortándosele al mencionar el nombre de esta figura poco conocida de un joven médico, por demás compañero de infancia de Euclides, que ofrendó su vida en favor de las libertades y de la democracia del pueblo dominicano, junto al inmenso Manolo Tavarez Justo en las montañas de quisqueya.
Unos que otras no pudieron contener que las lagrimas resbalaran por las mejillas y la curiosidad periodística de algunos colegas se abalanzaron hacia mi y el comentario obligado era ¿que raro Euclides emocionado? Yo le respondí: es raro para ustedes, pero no para los que hemos visto a Euclides emocionado ante la muerte de un ser querido; los que le hemos visto emocionado ante la traición de un amigo del que ha esperado fidelidad y agradecimiento; los que no le han visto emocionado ante las tragedias de su pueblo, los que no conocen la cantidad de envejecientes y enfermos a los que con una ayuda solidaria reciben un dinerito mensual para sus medicinas y algunos alimentos, incluyendo a algunos que fueron dejados por la pasada administración gubernamental; es raro para los que no conocen que ese “sangrú” como le han bautizados algunos elementos de la fauna criolla, (es cierto que es sangru e intolerante ante lo que considera es injusto, deshonesto y a cualquier acción que ponga en juego las libertades del pueblo dominicano, y es sangrú porque es de los pocos agentes políticos con cabeza y criterios propios), es un ser extremadamente sensible. Y es que fue esa sensibilidad lo que lo llevó a dolerle las condiciones en que unos niños recibían docencia en una rancheta en la Estancita de Jarabacoa, que hoy, gracias a esa sensibilidad, tienen una escuela decente que marcará su vida como futuros entes de la patria y de sus comunidades. Y es ése el Euclides que yo conozco, el que tiene esa sensibilidad, y que tiene un corazón que late y sufre las condiciones en que vive el pueblo dominicano, a tal punto de dolerle la forma en que muchas parturientas exponían sus vidas dando a luz en el largo camino hacia un centro médico en el distante centro de Jarabacoa o la Vega; y otros tantos heridos morían en el camino por falta de un centro que le proporcionara los primeros auxilios. Es ese el Euclides que yo conozco…el sensible…el que llama por su nombre y acaricia a los animales domésticos, en especial a los perros y los caballos, el que ama la naturaleza y la vida del campo, el que le surgen anécdotas y experiencias para compartir con cualquier campesino o hombre del pueblo común, es ése el Euclides que yo conozco, el que cambia de semblante por la emoción cuando ve llegar a uno de sus nietos, el que confiesa no profesar ninguna religión pero que, más que cualquier confeso cristiano, le cabe la expresión bíblica: “por sus frutos los conoceréis”, ese es el Euclides que yo conozco, ¿usted no?, pues se lo presento.
Portal al mundo del periodista Alberto Caminero, especializado en crónica política dominicana,para compartir informaciones, datos, enfoques, informes y todo cuando pueda ser de su interés. a.caminero@elnacional.com.do
Wednesday, March 05, 2008
La sensibilidad de Euclides...
Pies de fotos
El historiador Euclides Gutiérrez Félix, Superintendente de Seguros, habla en el acto de la inauguración de la Clínica Rural de Jarabacoa, encabezado por el presidente LeonelFernández y el secretario de Salud, Bautista Rojas Gómez. También se observan a niños jugando en las nuevas instalaciones. Asimismo, figura en la publicación la foto del autor, Darío Caminero.
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