Wednesday, December 08, 2010

Papa Caminero, cómo olvidarte¡¡¡¡¡¡¡¡

Perdón, que personalice y familiarice hoy este portal, pido comprensión.

Cuando mi padre, Julio Caminero, murió a los 82 años aquel fatídido 8 de marzo del 2008, marcó para siempre mi vida. Me convirtió en huérfano y se llevó a la tumba ese derroche de humildad amor y solidaridad que entregaba a diario a sus amigos, relacionados y familiares, a borbotones. Papá era un campechano bonachón de Las Charcas, de Azua, que nos enseñó la importancia del estudio y lo provecho del trabajo. Aunque hay que ser justo y decir, que doña Chaga, mi madre Osanda Cristela Sánchez de Caminero, 81 años, fue la ejecutora y fuerza motora de nuestros estudios, pero el soporte económico y el incentivo de padre siempre desde la niñez la tuvimos en nuestro inolvidable padre.
Adoro con el alma a mi padre, y lo recuerdo con mucho cariño y resignación. Pensé que nunca sobreviviría a su partida.
No estuve en el momento de su muerte, pero fui de los primeros en conocer de su deceso. La vida le expiró en el regaso de Julio Alfredo Alcántara Caminero, nuestro primer sobrino, ya convertido en un hermano más.
"Se murió papa", me informó con dolor y lloroso Julio Alfredo y esa noticia extremeció toda mi alma. En ese momento esperaba a mi madre que terminara de bañarse para llevarla a la clínica Rodríguez Santos, ella tenía la esperanza de que papá se recuperaría de un bajón de la presión a 6, la que debía estar en 12, y a 2, la que tenía que estar en 8. Además, de una septicemia que lo mataba.
Lo recuerdo en su lecho de Cuidados Intensivos de la clínica Independencia que con su voz suave y seguro, convencido de su vitalidad, que lo trasladara a la Rodríguez Santos donde su médico, en el que confiaba y adoraba, el doctor Junio Angeles.
Había que decidir su traslado, nadie tomaba la decisión, esperaban por mi.
Dudaba y rehuí tomarla, sabía lo grave de su enfermedad, aunque la vitalidad de papá me confundía, sobre todo cuando le preguntaba al intencivista y solo decía está muy mal.
Papa estaba incómodo, siempre en posición fetal, en Cuidados Intensivos, esperaba a cualquiera de nosotros para decirnos que lo sacaramos de la clínica. Es que confiaba tanto en Junior, que creía que aunque llegara la muerte, este lo salvaría.
Decidí tomar la decisión de trasladarlo a la clínica donde quería estar y donde se sentiría seguro, pero antes cumpliendo las recomendaciones de los médicos de que había que llevarlo en una ambulancia con oxigeno.
Llegó a la clínica como a las dos de la tarde, dio sus datos personales, dijo que se sentía bien, habló con con su médico, muy contento y muy satisfecho, pero diez minutos después falleció.
Pobre papá, que injusta es la vida, un hombre asequible, amigable, solidario, y tener que dejarlo en un lugar lúgubre, solitario, encerrado siete pies bajo la tierra.
No fue perfecto, pero sus virtudes opacaron sus debilidades terrenales.
Se quitaba la comida de la boca para darsela a quien la necesitaba, sus hijos estaban primeros y, principalmente en mi caso, creo que fui lo que quiso ser y se identificó bastante conmigo, fue una especie de mi relacionista, mi apologista.
Recuerdo verlo a paso lento ir y venir a la casa, verlo extinguirse cavizbajo por los años y las dolencias, pero como un roble nunca toleró el fracaso de los años y la enfermedad.
"Soy una m....., dizque desmayandome·, dijo la segunda vez en 24 horas en emergencia de la clínica con una presión en 4-2, que al decir de los médicos solo él podía sobrevivir a un infarto en esas condiciones. Creo, en la distancia, que la decisión del traslado no fue la más correcta, quizás debí hacer oidos sordos y dejarlo ahí, tal vez estuviera todavía entre nosotros con vida. Pero el destino le tenía reservada esta fecha para su final. La muerte es lo más seguro que tenemos los seres vivientes.
Hoy es tu segundo aniversario de muerte, y es precisamente hoy cuando tengo fuerzas de voluntad para escribir algo sobre tu partida, porque tengo deseo de llorar, dejar correr las lágrimas que no pude derramar ese inolvidable 8 de diciembre, que coincidenciarmente para mi cumpleaños, el 18 de diciembre, fue tu novenario.
Cómo olvidarlo, papa.


Alberto Caminero
8/12/2010

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